En los últimos tiempos se ha puesto de manifiesto cómo los sistemas de información tienen que responder con mayor eficiencia y eficacia a las cada vez más exigentes demandas generadas por la docencia, el aprendizaje o la investigación. Tales sistemas deben esforzarse en mejorar el conocimiento y análisis de las necesidades, opiniones, deseos y expectativas de sus usuarios. Pese a que estas circunstancias son muy personales, y varían según los dominios temáticos, en general los usuarios parten del objetivo básico de conseguir la máxima información con el menor tiempo y esfuerzo. Esto supone un gran reto para los sistemas de información, que han de preparar, organizar y filtrar la información de acuerdo con este creciente umbral de requerimientos. Las bibliotecas universitarias, al igual que los demás sistemas de información implicados en la educación superior, están experimentando cambios importantes para adaptarse al nuevo escenario europeo, redimensionando y redefiniendo sus tradicionales prestaciones para convertirse en centros que integren todo tipo de servicios y recursos de información -analógicos, digitales y multimedia-, en pos de la satisfacción de las demandas de docentes, estudiantes e investigadores. Este nuevo modelo de organización y funcionamiento subyace en los Centros de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación (CRAI) españoles, basados en los Integrated Learning Centers anglosajones y en los Information Commons norteamericanos, como espacio físico y virtual, de aprendizaje y estudio, donde convergen diversos servicios de apoyo a la docencia y a la investigación, desde una perspectiva centrada en el estudiante. Concebimos el CRAI como un punto integrado de información y en estrecha relación con las TIC, con los servicios de informática y de recursos educativos, con los servicios de aprendizaje de idiomas, con el apoyo de personal experto a quien se puede recurrir según necesidades. El CRAI supone una apuesta estratégica de gran alcance, en la que no hay un único camino, pues éste dependerá de la cultura de la institución, del contexto, de su misión, metas y objetivos así como de factores estructurales, humanos y funcionales.

En este nuevo contexto generado por los CRAI es necesario tender puentes entre todos los servicios académicos implicados, y por tanto se requiere mucha capacidad de diálogo y de acercamiento entre todos los agentes competentes para prestar un servicio consistente, completo e integrado que favorezca la autonomía del estudiante y el pleno desarrollo de habilidades informacionales. Qué duda cabe que en este proceso, complejo y laborioso, la biblioteca está sirviendo de avanzadilla en algunas universidades. Creemos que este es un primer paso pero insuficiente todavía, pues se necesita la implicación total y el apoyo de los responsables políticos-académicos que deberán apostar inteligentemente por este cambio, para que el CRAI no sea una simple adaptación de la biblioteca y el resto de los servicios participantes sean centros satélites expectantes. El CRAI ha de ser un proyecto global, de futuro de la institución, el verdadero buque insignia, como señalaba Borges, que cale hondo en la comunidad universitaria y que marque un antes y un después en el nuevo escenario universitario de la convergencia europea. Ya REBIUN en el Plan Estratégico de 2003-2006 incorporó como uno de los ejes clave de trabajo el proceso de transformación de las bibliotecas y servicios de documentación tradicionales en CRAIs. Consecuencia de este proceso es el proyecto BUCRAI, que ofrece una guía orientativa para que las bibliotecas universitarias españolas entiendan lo que es un CRAI, cómo organizarlo y qué hacer para implantarlo en los próximos años. Para Rebiun, la biblioteca es un centro de recursos para el aprendizaje, la docencia, la investigación y las actividades relacionadas con el funcionamiento y la gestión de la Universidad-Institución en su conjunto. Tiene como misión facilitar el acceso y la difusión de los recursos de información y colaborar en los procesos de creación del conocimiento, a fin de contribuir a la consecución de los objetivos institucionales de la Universidad. Es competencia de la biblioteca seleccionar y gestionar los diferentes recursos de información con independencia del concepto presupuestario, del procedimiento con que hayan sido adquiridos o de su soporte material, pensando más bien en su optimización y calidad. Coincidiendo con Balagué, el CRAI supone la evolución desde el clásico modelo de biblioteca como depósito y gestión de libros a un modelo integrado de información y servicios, dinámico y flexible, que proporcione soporte al aprendizaje, poniendo a disposición de los estudiantes documentos pertinentes para su desarrollo educativo, ofreciéndoles asesoramiento y formación. También ha de ser un laboratorio de producción de contenidos en el que los profesores puedan crear y experimentar sus materiales docentes y los estudiantes puedan elaborar presentaciones y trabajos. En este punto de encuentro entre los diversos servicios de apoyo el CRAI dejaría de ser un futurible, y podría ser el cimiento sólido sobre el que construir un modelo de formación a lo largo de la vida como el que preconiza la Declaración de Bolonia, transformándose también en un referente importante para la educación informacional de profesores y estudiantes.

Con todo, vemos que la andadura hacia el CRAI es lenta y sinuosa pues los enfoques, la cultura y las razones para la convergencia difieren entre las distintas universidades, debido a la dinámica de los propios servicios a la hora de delimitar sus fronteras así como a las conservadoras estructuras organizativas subyacentes, que a veces son poco eficaces o muestran reticencias para la gestión del cambio. Sabemos que no hay un procedimiento ni un modelo único para conseguirlo, sino más bien un gradiente de opciones, que van desde la simbiosis entre servicios informáticos y biblioteca a un único macroservicio con un solo responsable, pasando por la creación de una estructura integrada de todos los servicios para los usuarios, pero con el mantenimiento de estructuras independientes para el resto de las actividades. Desde el punto de vista funcional, un CRAI tendría que afrontar el reto de prestar servicios convergentes e integrados relacionados con todos los aspectos que inciden en la vida académica, formativa e investigadora de profesores y estudiantes. Por ser un elemento medular de la institución y constituir una interficie integrada de comunicación deberá dar respuesta a sus grupos de interés de su rendimiento y del valor que aportan en los servicios de apoyo a la comunidad académica. No olvidemos que entre todos estos servicios la biblioteca ha ocupado un lugar preferente, movilizando personas, gestionando contenidos y atendiendo a usuarios-clientes; le sigue el papel emergente de los servicios de informática, más implicados en el desarrollo de aplicaciones y diseño de redes. Pero esta nueva realidad de conversión en CRAI conlleva una reorganización estructural y funcional de los profesionales implicados, especialmente de los especialistas de información, que serán gestores y expertos en contenidos, conocedores de los modelos de gestión participativa y de la innovación del trabajo en equipo.

Desde nuestra amplia experiencia como docente, formadora de profesionales y evaluadora de programas institucionales estamos convencidos de que la apuesta por el CRAI está destinada a insuflar nueva energía a la institución universitaria, ofreciendo de manera holística e integrada las diversas modalidades de apoyo al aprendizaje, a la docencia y a la investigación. En España este fenómeno de la convergencia de servicios es reciente y de escasa implantación, pues no goza de un apoyo institucional firme como ha ocurrido en los países anglosajones. Además, no hay una delimitación funcional clara entre los distintos servicios implicados, se dan sólo ciertos acercamientos e intentos de cooperación que aún no han dado frutos maduros. Ni tampoco se ha fraguado una vinculación clara del CRAI, ni de los distintos servicios asociados, al nuevo modelo de aprendizaje, más dinámico y participativo. La creación de Centros de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación es una apuesta emergente y estratégica de las universidades para concentrar y rentabilizar sus servicios de apoyo a la comunidad universitaria, para potenciar el trabajo en equipos que gestionen mejor la información y el conocimiento, para minimizar costes y para ser más competitivas y eficientes en la gestión, así como para contribuir a la alfabetización informacional de la comunidad universitaria. Es una filosofía que requiere del establecimiento de alianzas y un proyecto global e integrador de los servicios que apoyen los procesos de enseñanza-aprendizaje-investigación. Esto supone apostar por un nuevo modelo de organización transversal de los servicios CRAI con equipos y profesionales polivalentes poseedores de competencias, habilidades y talentos diversificados, por una nueva cultura gerencial flexible, destinada a eliminar barreras entre grupos, así como por una nueva forma de ejercer el liderazgo y por un cambio cultural que sitúe al estudiante en el epicentro de todas las actuaciones.

En resumen, el CRAI es algo más que una biblioteca, que un servicio informático, que un servicio de recursos educativos, es esencialmente un centro integrado de servicios, dinamizador del nuevo paradigma educativo, una puerta abierta al conocimiento, un espacio informal para el aprendizaje, un interfaz único para la información y comunicación, un centro para la innovación y la formación a la largo de la vida. Es un proyecto de largo recorrido, que implica una actitud proactiva por parte de los profesionales, que en el caso de los expertos en información deberán adaptarse al cambio cultural y poseer una formación sólida basada en competencias, que potencie la multialfabetización y el trabajo en equipo.

María Pinto Molina
Catedrática de la Universidad de Granada