Carrie Russell
Carrie Russell

Does the durability of ebooks pose a digital danger to libraries?

American Libraries, dec. 2012

Este artículo de Carrie Russell nos ha parecido especialmente interesante porque pone sobre la mesa algunas cuestiones con las que muchas bibliotecas públicas se enfrentan a la hora de ofrecer un servicio de préstamo de libros electrónicos a sus usuarios.

El viejo debate bibliotecario que enfrentaba la propiedad de los contenidos frente el acceso a los mismos adquiere nueva relevancia en el mundo digital. Las plataformas de contenidos, las licencias, la actitud de los usuarios y la necesidad de flexibilizar posturas por parte de la industria editorial serán, en gran medida, la clave del éxito de un formato que viene para quedarse. La autora, asimismo, propone una serie de soluciones que las bibliotecas pueden abordar de forma activa desde este mismo instante, actuando de forma conjunta en la construcción de la biblioteca pública del futuro.

Traducción «a ocho manos» de Lorena Gómez Méndez, María Jesús del Olmo, Honorio Penadés y Pedro Quílez.



Cuando el contrato del Consorcio de Bibliotecas Digitales de Kansas con el distribuidor de contenidos digitales OverDrive iba a renovarse el año pasado, la bibliotecaria del Estado de Kansas, Joanne Budler, tomó la decisión de dar un paso adelante y transferir los títulos en formato ebook a otros proveedores que ofrecieran mejores condiciones. Para ello se basaba en dos razones de peso: en primer lugar, OverDrive tenía intención de elevar las tarifas de la licencia en casi un 700% para 2014; pero aún más preocupante era el cambio en los términos del contrato que habría transformado la propiedad de los ebooks por parte del Consorcio en una mera suscripción.

OverDrive comunicó a las bibliotecas que sólo habían contratado una licencia de acceso, por lo que no eran propietarias de los libros y perderían dicho acceso si cambiaban de proveedores. El Departamento de Justicia del estado de Kansas indicó lo contrario al sostener que la redacción del acuerdo de licencia establecía que la biblioteca era propietaria los ebooks. Kansas decidió apoyarse en la afirmación del fiscal general del estado y Budler comenzó la búsqueda para negociar la propiedad de los ebooks con cada uno de los titulares de los derechos individuales, en la mayor parte de los casos el editor http://americanlibrariesmagazine.org/columns/newsmaker/joanne-budler. (Budler planeaba contar su historia en la ALA Midwinter Meeting de 2012 en Dallas, el sábado 21 de enero).

La discrepancia sobre las licencias

La situación en Kansas pone de manifiesto la incertidumbre sobre la propiedad de ebooks. Después de todo: ¿qué es exactamente la propiedad? ¿Garantizar el acceso permanente bajo ciertas condiciones establecidas por contrato? ¿Propiedad «auténtica» que otorga a las bibliotecas la facultad de vender o expurgar sus contenidos digitales?

Comprobad las licencias de vuestros ebooks: si creéis realmente que «poseéis» los libros por los que habéis pagado, parémonos a pensar un momento. Un análisis exhaustivo de esa jerga jurídica puede indicar que, simplemente, estamos alquilando el acceso a unos contenidos, lo que implica el riesgo de perderlos en caso de no renovar la licencia. Las autoridades públicas, el gobierno local y estatal podrían preguntarnos, ante esta situación, qué hemos estado haciendo con el dinero destinado a incrementar los fondos de la biblioteca pública: ¿Cómo es que habéis comprado los libros y ahora ya no los tenéis? Habéis estado tirando el dinero de nuestros impuestos.

En realidad, las bibliotecas han alquilado contenidos digitales durante más de treinta años. Sin embargo, y en virtud de otros acuerdos anexos, año tras año, este tipo de licencias posibilitaban el incremento sustancial de contenidos En algunos casos, por ejemplo, la elección de una revista electrónica frente a la homónima en papel, añadía servicios de valor añadido como la búsqueda por palabra clave.  Pero imaginemos pagar, año tras año, exactamente el mismo contenido digital sin ningún tipo de incentivo adicional. En realidad es casi como alquilar un apartamento: tu casero es el intermediario que negocia derechos con  editores, agentes y autores -un tema nada sencillo, desde luego-y mantiene los ebooks que podemos elegir para comprar. El derecho de «primera adquisición» le permite al legítimo dueño de una copia digital adquirida legalmente prestarla, alquilarla, o liquidarla si quiere. Las bibliotecas pueden comprar recursos digitales y alquilarlos sin coste al usuario debido a esta «primera adquisición», práctica reconocida dentro de los límites establecidos sobre el copyright. Pero en el contexto digital no existiría este derecho, a no ser que el acuerdo de la licencia así lo establezca.

Algunos problemas al respecto ya han tenido lugar en este complejo escenario: el límite de 26 préstamos por licencia impuesto por Harper-Collins http://americanlibrariesmagazine.org/insidescoop/ebookblues , Penguin retrasando la puesta a disposición del público de novedades en formato electrónico http://americanlibrariesmagazine.org/econtent/penguinweekwhenlicensesattack y Hachette negando directamente a las bibliotecasla posibilidad de adquirir novedades en ebooks.  Y esto no es lo peor: MacMillan y Simon&Schuster no venden ningún ebook a bibliotecas. Y Brilliance Solutions ha decidido suspender la disponibilidad de sus audiolibros para descarga en bibliotecas a partir del 31 de enero.

La posibilidad de que las bibliotecas puedan llegar a ser incapaces de prestar contenidos digitales se intensifica en tanto en cuanto más y más contenidos se publican solo en este formato y bajo licencias muy estrictas. Además, otras muchas funciones bibliotecarias, tales como la preservación o el préstamo interbibliotecario, así como cierta ética, pueden ser vedados en el contexto digital.

Pero los propietarios de los derechos tienen también preocupaciones importantes, ya que creen estar proporcionando contenidos digitales que pueden ser pasto de la piratería y que se hagan copias ilegales con mucha rapidez. También tienen la convicción de que la piratería afecta a las ventas y, por tanto, si ellos van a proporcionar contenidos digitales, necesitan acuerdos y licencias reforzados por tecnologías tipo DRM para limitar el mencionado riesgo.

Hay aspectos espinosos y que generan debate; uno de ellos es constatar la cruda evidencia de que a los propietarios de derechos nunca les ha gustado especialmente el préstamo bibliotecario. Algunos de ellos creen que deberían obtener una compensación económica cada vez que un usuario se lleva un ebook en préstamo, un modelo de negocio totalmente plausible en el entorno digital contemporáneo.

¿Recordáis que la comunidad bibliotecaria temía un modelo  del tipo «pago por uso»? Pues está empezando a ser una realidad.

Hacia un nuevo modelo de préstamo digital

¿Qué podemos hacer para defender el derecho de «primera adquisición» cuando esa limitación federal a la propiedad intelectual es de hecho inexistente en el contexto digital?

Podemos fijarnos en que las bibilotecas universitarias han tenido un cierto éxito al negociar un acceso perpetuo en los términos contractuales de sus licencias. La idea es que los contratos establezcan expresamente el derecho a la perpetuidad del acceso de las bibliotecas públicas.

Para las bibliotecas universitarias la perpetuidad de acceso es esencial para la preservación del patrimonio cultural. Las bibliotecas escolares, que también tienden a negociar directamente con las editoriales (sin la intermediación de proveedores), han conseguido también contratos razonables. Aunque para los colegios pueda no ser tan importante la preservación o el préstamo, la facilidad de uso, el acceso simultáneo y la interoperabilidad son fundamentales.

El objetivo principal de la adquisición de materiales por parte de bibliotecas universitarias o académicas y escolares es compartido: el aprendizaje y la investigación; las editoriales que publican este tipo de contenidos basan su negocio casi exclusivamente en las ventas a estas instituciones educativas y a sus bibliotecas.

Pero el caso es un tanto diferente en el caso de las bibliotecas públicas, ya que no son el único comprador de las publicaciones comerciales; más bien al contrario, suponen un porcentaje relativamente pequeño del mercado. El público suele comprar libros tanto en las librerías tradicionales -que también van cerrando- y online, como la web de Amazon. Los compradores online utilizan esta fórmula porque es cómoda y sencilla, sin tener que moverse del sofá. De hecho, Amazon pretende que el lector se acostumbre a una experiencia continua de «compra y lectura» sin mayores complicaciones. Además, con la ventaja de que el lector puede comprarse hasta una cortadora de césped mientras se descarga la última novela de su autor favorito…

Entre los bibliotecarios es de sobra conocido que la labor de las bibliotecas públicas incrementa las ventas de libros, pero ello no es suficiente para aplacar el miedo que tienen las editoriales a la piratería, ni para frenar sus expectativas de vender un sinfín de copias del mismo contenido, incrementando así los beneficios con cada préstamo. Un planteamiento bastante frecuente sugiere que hay que cambiar el texto de la ley de derecho de autor para incluir una provisión sobre el derecho de primera adquisición digital. Pero los expertos están de acuerdo en considerarla una propuesta poco realista por varios motivos; primero porque es altamente improbable que el parlamento estadounidense vaya a legislar en ese sentido dada la actual situación política; pero incluso si el legislativo abrazara la propuesta, sería aún muy difícil que las partes implicadas alcanzaran un consenso satisfactorio para todos. Pero aún hay más, existe la posibilidad de que una ley de ese tipo acabara resultando perjudicial para las bibliotecas en lugar de beneficiosa. Segundo, la petición de un derecho de primera adquisición digital ya fue en su día considerada por el Parlamento y estudiada a posteriori por la Oficina del Copyright de EE UU. Fue durante las negociaciones sobre la «Ley del derecho de autor para el milenio digital» (Digital Millennium Copyright Act, DMCA) en 1998, y las bibliotecas apoyaron una nueva ley de copyright que incluyera el derecho de primera adquisición digital. Pero el Parlamento postergó la discusión hasta no tener un informe ad hoc de la Oficina del copyright que, finalmente, consideró que las asociaciones bibliotecarias se preocupaban por un futuro que posiblemente no llegaría nunca y que, llegado el caso, los propios modelos de negocio darían una respuesta razonable al problema .

Está claro que los bibliotecarios no podemos permanece pasivos y esperar una actuación de las Cámaras. Es necesario pensar de manera más creativa y, desde luego, más agresiva. Incluso hasta podríamos dejar de lado el modelo impreso y desarrollar buenos modelos digitales para compartir los libros electrónicos de la bibliotecas.

Mientras tanto, espero que la comunidad bibliotecaria llegue a alcanzar algunas mejoras como:

  • Negociar contratos mejores. Ya que el entorno regulador se adapta y cambia, los bibliotecarios hemos de ser consumidores críticos y extremadamente puntillosos. Más que nunca debemos preguntar, pedir aclaraciones y buscar que el lenguaje deje de ser vago, desafiar las cláusulas contractuales y hasta regatear para conseguir mejores condiciones para nuestras bibliotecas y nuestros usuarios.
  • Aprender de los demás: ¿Qué lecciones podemos sacar las bibliotecas públicas de los bibliotecarios universitarios, escolares y viceversa?
  • Recopilar y exigir datos más precisos. ¿Es cierto que el préstamo perjudica las ventas? Los bibliotecarios tenemos datos válidos que indican precisamente lo contrario: una encuesta de la compañía Harris de 2007 llevada a cabo entre usuarios de bibliotecas indica que el préstamo induce al usuario a comprar sus propios ejemplares. En 2010, un Libro Blanco de la empresa OverDrive llega a conclusiones similares sobre el préstamos de ebooks. Pero a pesar de ello, los propietarios de los derechos no están convencidos y seguimos necesitando pruebas del efecto positivo de las bibliotecas sobre las ventas de libros para contrarrestar la teoría equivocada de que el préstamo reduce la compra de libros al reemplazar la venta.

En busca de soluciones

Desde luego que habrá que actuar con cautela y sabiduría, en lugar de sentarnos a esperar a que la situación cambie.

Hay que ponerse en la piel de los editores para comprender la importancia de poseer los derechos: el fenómeno del ebook pone en peligro el modelo actual de negocio de los editores; para ellos se acabaron las grandes ventas basadas en el ciclo de «primero vendo el bestseller en tapa dura y más tarde lo edito en bolsillo para darle una segunda oportunidad». También se acabó para las librerías el modelo de grandes rebajas y campañas de marketing basadas en la oportunidad de hojear los libros. Se acabó el tener el control sobre los precios, los vendedores online venden más barato. Trabajando con los editores ¿encontraremos un terreno común que nos lleve a soluciones satisfactorias?

Los bibliotecarios tendríamos que intentar nuevos modelos de negocio con los propietarios de los derechos:

  • Comprárselos directamente, incluso a los autores
  • Mantener nuestros propios servidores de ebooks
  • Ofrecer a los usuarios la posibilidad de comprar el ebook si el tiempo de espera en la biblioteca es demasiado largo

Estos modelos han demostrado ser fructíferos tanto para las bibliotecas como para los propietarios de los derechos.

Es más, los bibliotecarios haríamos bien en negociar los contratos con los vendedores de ebooks: proponer los términos contractuales, hacer más preguntas, redactar cláusulas en lenguaje más comprensible, y regatear los precios.

Para terminar: tenemos que imaginar, planear y desarrollar la biblioteca pública del futuro. Para que ésta sobreviva y pueda seguir siendo útil a la población, no puede seguir como hasta ahora. Ha llegado el momento, y el tiempo corre.

Carrie Russell, directora del Programa de Acceso a la Información, Oficina de Políticas de la Información de la American Library Association, Washington.

De entre los comentarios:

«las bibliotecas crean lectores, no compradores de libros. Apoyaré a los editores que permitan a las bibliotecas seguir prestando libros, y espero que las bibliotecas hagan lo mismo».

«Overdrive nos está vendiendo lo que no es suyo, y restringe nuestro derecho a hacer circular las copias. Dejemos de pedir permiso»

«Hemos pasado del optimismo sobre el ebook a la preocupación por la posibilidad de que dejemos de poder ofrecer textos de calidad y de manera gratuita a los lectores».

«Hay una guerra por los precios entre Amazon y los editores, y a los bibliotecarios nos ha pillado en medio. Amazon nos considera sus aliados, incluso es posible que compre Overdrive para afianzar sus alianzas con bibliotecas… ¿se acerca un monopolio de Amazon?»

«Se puede contemplar el modelo de pago por uso desde una perspectiva de gestión de las colecciones tradicionales: si nos evitamos el coste de almacenamiento de libros que no circulan, más las pérdidas, robos y desapariciones de libros durante su circulación, puede que ahorremos dinero si aceptamos el pago por uso».

«Sabemos que el préstamo de libros incrementa sus ventas, Amazon lo sabe y por eso ha creado el Kindle Owners’ Lending Library (KOLL)»