Lamentablemente sí, una sociedad sin lectores. A pesar de que año tras año la Federación de Gremios de Editores de España publica unas estadísticas según las cuales el número de lectores no deja de aumentar, una lectura más correcta y realista de las mismas indica que el número de lectores habituales, los que leen de manera asidua, disminuye de año en año. Si a eso unimos los descorazonadores datos que aporta el último informe PISA sobre que nuestros jóvenes tienen serias dificultades para comprender lo que leen, nos encontramos con que estamos ya inmersos en una sociedad de no lectores.
Tal vez el problema del desinterés hacia la lectura es que, por lo general, la concebimos únicamente como un modo de ocio o una afición, y en ese sentido debe competir con las miles de otras alternativas para el tiempo libre que nuestra sociedad ofrece. Con la desventaja añadida de que la lectura no ofrece ningún tipo de prestigio social a quien la practica, no está de moda, y muchas veces no reporta una satisfacción inmediata.
Sin lugar a dudas es triste pensar en la cantidad de gente que, por no tener la lectura entre sus aficiones, nunca se acercará a obras monumentales del genio humano como “Crimen y castigo”, “La comedia humana” o “La montaña mágica”. Pero también hay miles de personas que nunca conocerán las pinturas del Louvre, las pirámides de Egipto o el Taj Mahal.
Lo verdaderamente preocupante es que la lectura, más allá de ser un mero pasatiempo, es una de las herramientas más efectivas para desarrollar nuestro intelecto, nuestra capacidad de razonar. Está demostrado que el pensamiento humano está íntimamente relacionado con el lenguaje, de tal modo que cuanto mayores sean nuestras habilidades lingüísticas, mayor será nuestra capacidad de razonamiento. En palabras de Ludvig Wittgenstein “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”.
En consecuencia, una sociedad que no lee y que por tanto tiene dificultad para comprender lo que lee, tendrá también problemas a la hora de procesar cualquier información que reciba, independientemente del canal por el que la reciba. Tendrá dificultad a la hora de analizarla, completarla, contrastarla y verificarla. Y eso no significa únicamente que nuestros jóvenes tendrán mayores dificultades para desarrollar sus estudios y que, por tanto, tendremos trabajadores peor cualificados en todos los ámbitos. Significa fundamentalmente que seremos una sociedad (somos ya una sociedad) fácilmente manipulable.
Cuando, tanto a nivel individual como institucional, dejamos que la lectura sea nuestra asignatura pendiente, estamos cerrando las puertas a una sociedad más libre, formada por ciudadanos más responsables y por tanto más capacitados para ejercer de una manera más consciente sus derechos y deberes. Estamos abriendo las puertas a una sociedad que vuelve la espalda a los valores humanos que, a fin de cuentas, son los que trasmiten las grandes obras de la literatura universal.
solodelibros
(El blog Solodelibros es, en palabras de sus autores, un diario de lecturas mantenido por dos apasionados por la literatura).
«Estamos abriendo las puertas a una sociedad que vuelve la espalda a los valores humanos que, a fin de cuentas, son los que trasmiten las grandes obras de la literatura universal.»
Como lector estoy totalmente en desacuerdo. Las lecturas no trasmiten valores humanos, trasmiten conocimiento y lucidez. Si queréis hacemos una porra sobre los valores que trasmite El lazarillo de Tormes, o Cumbres Borrascosas… O muchos otros. Por favor, que para potenciar la lectura no hay que ponerse en plan misionero.
Ya… Con la lectura… Con las ciencias pasa lo mismo. Todo el mundo apoyando algo tan desastroso para el medioambiente como el protocolo de Kyoto. Lo que se necesita no es leer más, es saber más… En todas las áreas. Estoy harta de grandes críticos literarios que no saben interpretar las políticas energéticas…