Instituto Cervantes

Ser bibliotecario del Instituto Cervantes supone trabajar en una biblioteca española para extranjeros, pero donde, en realidad, el único extranjero eres tú.

Si algo puedo decir del trabajo que he venido desarrollando en el Cervantes los últimos quince años, es que, para mí, lo más gratificante ha sido el contacto con los usuarios. Muchos de ellos han sido y siguen siendo los mejores “consultores” de los que he podido echar mano.

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Recuerdo, de mis primeros años en Túnez, el interés por nuestra lengua de los estudiantes de español de la Universidad de La Manouba, algunos de los cuales venían de Testour, ciudad con fuerte implantación de los moriscos y de cuya expulsión se cumplen cuatro siglos este mismo año.

Me acuerdo también de las buenas relaciones que tuve con nuestras colegas bibliotecarios de la red de Biblioteche di Roma. De ellos me sorprendía, por ejemplo, su buen conocimiento de la obra de María Zambrano, o la pasión de sus lectores por Vázquez Montalbán y Fernando Savater.

Actualmente tengo la suerte de trabajar en una ciudad, Toulouse, que ha hecho de lo español (por los lazos históricos y demográficos) un signo de identidad. Los usuarios de mi biblioteca tienen más referencias culturales sobre España que los de otros centros, pero todos acuden a nuestra biblioteca con la misma avidez de ser asesorados en la elección de una nueva novela, una nueva película, un nuevo dato.

En todas partes me he encontrado con profesores de instituto y universidad que enseñan español o investigan sobre nuesta literatura y nuestra historia sin mayor compensación que el del placer de hacerse embajadores de una cultura que han adoptado como suya. Son los hispanistas, siempre agradecidos, tan respetados y elogiados en España, pero que muchas veces tienen que batallar para hacerse un sitio en los programas académicos de sus propios países.

De la institución donde trabajo, os diré que he tenido la suerte de verme respaldado, desde la sede de Madrid, por un magnífico Departamento de Bibliotecas y Documentación que sigue trabajando para que nuestras bibliotecas sean consideradas como una de las mejores inversiones para la consecución, a medio y largo plazo, del objetivo principal de esta casa, que no es otro que la difusión del bagaje cultural y lingüístico de España e Iberoamérica.

Trabajar en el extranjero enriquece con el conocimiento de otras lenguas, de otras costumbres, de otras maneras. Muestra que la cultura de uno, la nuestra, no es mejor ni peor que las demás. Es singular, como todas, y merece ser conocida. En eso estamos en el Cervantes.

Javier Campillo

 

Javier Campillo
Jefe de Biblioteca
Instituto Cervantes en Toulouse