Realidad virtual. Es un extraño concepto. Todos sabemos (o creemos saber) qué es la realidad, ¿pero qué significa «virtual»? El Diccionario de la RAE nos dice:

  1. adj. Que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real.
  2. adj. Implícito, tácito.
  3. adj. Fís. Que tiene existencia aparente y no real.

O sea, es algo que parece que no es real, pero produce esa ilusión. La pregunta es: ¿Por qué querríamos crear la ilusión de algo no real? Lo que en principio puede parecer una pregunta trampa tiene en realidad muchas contestaciones:

  • Queremos practicar alguna habilidad o destreza (conducir un coche, realizar suturas o jugar al tenis) sin exponernos a posibles peligros o inconvenientes.
  • Queremos experimentar vivencias o sensaciones que están fuera de nuestro alcance por motivos de tiempo, económicos etc., como surfear en playas paradisíacas, escalar altas montañas, incluso disfrutar de un viaje en montaña rusa sin tener que ir al parque de atracciones.
  • Nos interesa conocer, ponernos literalmente en la situación de personas con las que nos sería más difícil empatizar de otro modo: prisioneros, refugiados, personas que viven en países en guerra…
  • Queremos aprender de forma más directa: en vez de leer sobre dinosaurios o submarinos o planetas, podemos interactuar directamente con el objeto de nuestro estudio.

Estos son sólo algunos ejemplos de las utilidades y posibilidades que puede tener la realidad virtual. Dado que tanto el acceso a la información, el aprendizaje, así como la cultura y el entretenimiento son aspectos fundamentales en el uso de esta nueva tecnología, está claro que las bibliotecas quieren y deben abrirse a sus posibilidades y buscar opciones para su aplicación en su ámbito.

Y aquí es donde viene el «pero». Aunque siempre ha sido tarea de las bibliotecas colocarse a la vanguardia de las novedades en tecnología (ya sea la imprenta o lo último en aplicaciones móviles), la implantación de estas nuevas tecnologías siempre viene acompañada de dificultades y resistencias. En el caso de la realidad virtual, podemos enumerar, entre otras:

  • El precio: aunque hay modalidades muy baratas que básicamente consisten en meter el móvil en un artilugio de cartón y mantenerlo muy cerca de los ojos (por ejemplo, este), para tener una experiencia de realidad virtual de calidad hay que recurrir a las ofertas de marcas como Oculus o HTC, que pueden costar entre 800 y 1.000€. Si se le añade el coste de un ordenador con una tarjeta gráfica y procesador lo suficientemente potentes (unos 2.000€ o más, dependiendo del modelo), el precio se sale del rango del presupuesto de cualquier biblioteca normal en España.
  • La realidad virtual, aunque cada vez más presente en ámbitos como el periodismo o la publicidad, aún no se ha instalado en nuestro consumo de medios habitual. Muchos aún piensan que se trata de un mero gadget, una estrategia diseñada exclusivamente para crear un efecto de sorpresa pero sin ofrecer verdadero contenido. Muchas ofertas de realidad virtual destacan su aspecto más lúdico, por lo que profesionales como los bibliotecarios lo pueden descartar como una moda pasajera o un juguete superficial.
  • El cerebro es nuestro órgano más desconocido, y el debate sobre los efectos de la realidad virtual en nuestro cuerpo y nuestra mente no ha hecho más que empezar.
  • No sólo en nuestro organismo: ¿qué efectos tiene la realidad virtual en nuestra psicología o en nuestras relaciones sociales? ¿Qué influencia puede tener en nuestra manera de contar historias, de transmitir experiencias?

Como habéis visto, este texto tiene muchas preguntas y casi ninguna respuesta. Mi intención es abrir un espacio de debate y de intercambio. Os animo a compartir vuestras experiencias y opiniones sobre el tema. ¿Ya habéis probado gafas de realidad virtual, y en qué tipo de contexto? ¿Conocéis alguna experiencia con realidad virtual en bibliotecas? ¿Creéis que las bibliotecas deberían lanzarse a experimentar con esta tecnología en la medida de sus posibilidades, o deberían esperar a ver si se implanta de forma más firme en otros ámbitos de la sociedad? ¡El micrófono – virtual J – es vuestro!

PD: En el curso del año 2017, en la biblioteca del Goethe-Institut Madrid adquiriremos un equipo de realidad virtual y empezaremos a experimentar con sus utilidades y la mejor manera de poner a disposición del público esta nueva tecnología. Si el tema suscita interés, puede que haya algún post más sobre el tema…