Desde los siglos XVIII y XIX los europeos entendieron la lectura como una terapia auxiliar para mejorar la salud mental de los ingresados en los hospitales psiquiátricos. Siguiendo esta tendencia, a raíz de los grandes conflictos bélicos del siglo XX, se fomentó la creación de bibliotecas en los campamentos y hospitales militares cuya finalidad era aportar entretenimiento y formación a los soldados heridos.
La American Library Association (ALA), entre otros organismos reputados, se ha referido a esta utilización de la lectura como coadyuvante terapéutico como biblioterapia, entendiéndola como una disciplina en sí misma que hace uso de la relación de las personas con los libros con el objetivo de beneficiar la salud. Esto es porque la palabra escrita nos evade de una realidad que a veces es demasiado difícil de afrontar al mismo tiempo que nos invita a viajar más allá de las cuatro paredes de la habitación de un hospital, haciéndonos padecer menos las dolencias, mejorándonos el estado de ánimo y, por ende, cambiando nuestra actitud ante la recuperación.
Las evidencias científicas sobre los efectos positivos de esta curiosa metodología en la superación de los distintos estados de la enfermedad, fomentó que lo largo del siglo XX se crearan en los centros hospitalarios bibliotecas para pacientes, una terminología más acertada que bibliotecas de hospital que pueden referirse también a las especializadas dedicadas al personal médico-sanitario.
En España durante la Guerra Civil ya habían surgido múltiples iniciativas que, inspiradas en los proyectos estadounidenses de la Primera Guerra Mundial, intentaban llevar la lectura a los frentes para subir el ánimo de los combatientes. Si bien, no fue hasta 1984, a raíz del Plan de Humanización de la Asistencia Sanitaria, cuando tuvo lugar el verdadero punto de inflexión para la creación y desarrollo de las bibliotecas de pacientes en los hospitales públicos españoles.
A partir de este momento surgieron diferentes propuestas que trataron de acercar los libros a los centros hospitalarios. Entre ellas destaca el Convenio entre el Ministerio de Sanidad y el Ministerio de Cultura entre 1989-1993 que implantó más de 32 bibliotecas para pacientes e inspiró otros acuerdos entre los ministerios y las comunidades autónomas. Asimismo, muchas entidades privadas y bibliotecas públicas negociaron con los centros hospitalarios a fin de seguir reforzando la lectura como parte complementaria de la medicina.
Sin embargo, como bien expresó la bibliotecaria Teresa Andrés Zamora, directora de las bibliotecas del frente durante la Guerra Civil, no basta con poseer libros ni con tenerlos organizados hay que insuflar vida a la biblioteca. Esto es ir más allá de la mera recopilación y clasificación de las obras, utilizando el espacio bibliotecario para programar actividades de extensión cultural que ayuden a los pacientes a mejorar su estado de ánimo y superar el aislamiento. En un sentido parecido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró en 2019 los beneficios que presentaban el arte y la cultura en la salud, motivando a que las bibliotecas de pacientes se implicaran en la promoción de clubs de lectura, talleres de memoria, escritura creativa o pintura, sesiones de musicoterapia, celebraciones especiales como la del Día del Libro e incluso otras actividades como los guiñoles o los cuentacuentos más enfocadas a los pacientes de pediatría.
A todo ello deben sumársele las cualidades específicas del personal, pues el bibliotecario de este tipo de centros debe contar con habilidades como la empatía o la flexibilidad que le permitan adaptar su trabajo a las necesidades específicas de cada usuario. Esto es, por ejemplo, contribuyendo a iniciativas como el Carrito de las Letras, una biblioteca móvil que lleva libros a los pacientes encamados; o la Lectura a pie de cama, que intenta acercar la lectura a los usuarios que no pueden disfrutar de ella por sí mismos. Además, existen una gran variedad de cursos orientados a estos trabajadores que buscan especializarlos, por ejemplo, en el fomento y la puesta en valor de la lectura hospitalaria. No obstante, como profesionales de la información no deben intentar suplantar a los sanitarios, pues los libros suponen un apoyo al tratamiento no una sustitución de este.
La expansión de la idea de la lectura como técnica terapéutica auxiliar motivó en 2003 la creación de la Red Estatal de Bibliotecas para Pacientes que se ha instaurado como un servicio fundamental incluido en el cuidado global del paciente, cuyo objetivo fundamental es que las personas hospitalizadas puedan acceder a la lectura como cualquier otro ciudadano sin que su circunstancia de ingreso suponga un obstáculo. En la actualidad 47 de las 56 bibliotecas para pacientes que existen en los hospitales de España forman parte de esta interesante Red de Bibliotecas que presta servicio a más de siete millones de usuarios con aproximadamente 140.000 mil ejemplares.
En definitiva, los libros se han utilizado desde hace siglos como una herramienta indispensable para fomentar la recuperación de los enfermos en los centros hospitalarios, donde ha sido necesario reservarles un espacio no solo para almacenarlos, sino también para construir en torno a ellos todo un universo de cultura, sin duda beneficioso para la salud de los pacientes y sus familiares.
Es por todo ello por lo que una de las iniciativas más valoradas del recientemente medicalizado pabellón del IFEMA ha sido la construcción de la Biblioteca Resistiré, una pequeña colección confeccionada gracias en gran parte a donaciones de organismos públicos, cuya labor ha sido reconocida con el Premio Antonio de Sancha por fomentar la lectura entre los pacientes afectados por la pandemia.
Quizá este componente sanador de la cultura es lo que también ha incentivado que la compra de libros electrónicos aumente exponencialmente durante el confinamiento, así como que múltiples museos y bibliotecas hayan abierto virtualmente sus puertas a todos los ciudadanos que nos encontramos encerrados en nuestras casas.
Sin duda, la lectura se ha convertido estos días en nuestra válvula de escape ante la incertidumbre y la dureza de la situación. ¿Estáis de acuerdo? ¿creéis que la crisis sanitaria ayudará a incrementar, más si cabe, el reconocimiento social sobre las propiedades terapéuticas de la lectura?