Dentro del Programa Cultural del Colegio de Médicos de Madrid – Área de Patrimonio Artístico se engloban las visitas guiadas que se vienen realizando desde el año 2019. Es y ha sido la primera vez en la historia de esta institución que se abre al público en general, al público escolar, estudiantes de medicina, personal investigador y por supuesto al colectivo de bibliotecarios.

Desde que dieron comienzo, acompañadas por la Visitas Teatralizadas, los Talleres de Neurociencia Infantiles y para Escolares, han sido un éxito total y evaluadas positivamente siempre (en 12 meses las cifras de asistencia llegaron a 14.000 visitantes).

En esta ocasión, para mi es un lujo y placer acompañar a mis colegas bibliotecarios y socios de SEDIC que realizaron este paseo por la historia de este edificio, de diferentes reinados borbónicos, de arquitectos de la época, aderezado y salpicado por pequeños brotes históricos del momento ilustrado de fines del siglo XVIII y XIX -el siglo de las luces-, así como semblanzas y anécdotas de médicos ilustres y, por supuesto, personales míos.

Un poco de historia alrededor de la creación y origen de la figura de los Reales Colegios nos irá acercando a la consolidación y establecimiento posterior de los estudios de medicina en lo que más tarde se convirtió en la Facultad de Medicina de San Carlos hasta los años 60 que se finalizaron las obras en la Ciudad Universitaria de la Complutense y se cerraron las puertas, y se abandonó todo el recinto al pillaje y olvido. Para en los años 70 volver a habitarlo el colectivo médico como su casa y en los 90 se realizaron todos los trabajos de restauración y rehabilitación que hasta la actualidad lleva sus señas de identidad.

Actualmente el edificio está ocupado por dos instituciones: El Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid (ICOMEM) cuya fachada principal da a la Calle Santa Isabel, Santa Inés, Calle Hospital (anterior Niño perdido) y el Instituto de Administraciones Públicas, cuya fachada principal da a la Calle Atocha y las otras fachadas al igual que el colegio, a santa Inés y Calle Hospital (antes callejón niño perdido)

Para entender el significado e importancia del edificio y su relación con la medicina tal y como la conocemos hoy, tenemos que remontarnos atrás en el tiempo, ya que en esta zona de Madrid, comprendida entre Antón Martín y la Puerta de Atocha, se concentraban, en tiempos de los Austrias, de Felipe II (1527-1598) las principales instituciones hospitalarias, tales como el Hospital General (hoy Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía), el Hospital Amor de Dios (ubicado en la calle del homónimo nombre, desaparecido) y el Hospital de mujeres de la Pasión.

La falta de conocimientos científicos, la imposibilidad de adquirirlos adecuadamente especialmente en el caso de cirujanos y el anquilosamiento de saberes antiguos, determinaron la decadencia de nuestra sanidad a comienzos del siglo XVIII, requiriendo por parte de los borbones en tiempos de Fernando VI (reinado 1746-1759) una reforma inmediata de los estudios de cirugía que dignificaran por un lado la facultad quirúrgica y por otro, mejorara su preparación profesional. Por este motivo Fernando VI funda el Real Colegio de Cirugía de Cádiz en 1748, para dotar de cirujanos a la Armada. Ya Carlos III funda en 1760 el Real Colegio de Cirugía de Barcelona para proveer de cirujanos al Ejército.

El éxito de los Reales Colegios, de Cádiz para la Armada y en Barcelona para el Ejército, aconsejaron a Carlos III establecer otro centro en Madrid para la enseñanza pública de la cirugía en España con el fin de formar a cirujanos para la población civil.

No sería hasta bien avanzado el reinado de Fernando VII (reinado 1814-1933) cuando, gracias a la mediación del médico Pedro Castelló, se iniciarán las obras del Colegio en lo que fuera el solar del Hospital de la Pasión (sede actual del Colegio de Médicos y del Ministerio de Administraciones Públicas), como habían propuesto Gimbernat y Ribas, siendo inaugurado en 1834.

¿Por qué un Colegio de Médicos?

En 1893, y tras varios intentos de agrupación colegial, surgió nuevamente la necesidad de crear en Madrid un Colegio como asociación gremial de los profesionales de la medicina. Para ello se constituyó una Comisión, presidida por el decano de la Facultad, el médico Julián Calleja Sánchez. Tras la reunión se aprobaron los primeros Estatutos y Reglamentos y en diciembre de 1893 el Ministerio de Fomento concedió al Colegio de Médicos el carácter de Corporación.

Desde su creación en 1893, el Colegio no se instaló en su actual sede hasta 1965-1967, cuando la Facultad de Medicina se trasladó a la Ciudad Universitaria, quedando por tanto sin uso los locales. Estas antiguas dependencias fueron repartidas en 1970, de acuerdo con un convenio firmado con el Ministerio de Educación y Ciencia, entre el Instituto Nacional de Administración Pública (su edificio con fachada a la calle Atocha) y el Colegio Oficial de Médicos de Madrid (edificio con su fachada a la calle Santa Isabel).

En 1997, por Real Decreto se declara el edificio Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento.

En nuestro paseo hacemos una parada obligatoria y reconfortante en esta ocasión para nuestros visitantes a la Biblioteca “Antigua”; galería semicircular o hemiciclo que está anexa y que rodea al gran anfiteatro por su parte baja.

La biblioteca del ICOMEM, estuvo en uso desde 1973 hasta finales de 1999 cuando fue inaugurada después de una remodelación comenzada en 1970 cuando el Colegio de Médicos se traslada a esta sede de la calle Santa Isabel, 51. Anteriormente este espacio lo ocupaban las dependencias del antiguo Anatómico Forense de la Facultad de Medicina y tenía otra función como la de guardar los cadáveres, recipientes de formol, etc., es decir, utensilios y materiales propios de un almacén anatómico forense.

Aquí se conservan fondos antiguos impresos originarios del Real Colegio de Cirujanos de San Carlos, con una rica colección de monografías de los siglos XVIII y XIX, y algunos ejemplares que se remontan a los siglos XVI y XVII, algunos de los cuales pertenecen a la antigua Facultad de Medicina.

Actualmente cuenta con más de 15.000 documentos y casi 300 títulos de revistas especializadas en ciencias de la salud.

Los fondos antiguos están incluidos y pertenecen al Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Nacional.

De la biblioteca pasamos a recorrer y conocer dos Aulas simbólicas que dan el carácter patrimonial y único a todo este conjunto arquitectónico: el Aula Magna o Gran Anfiteatro-Cátedra de Anatomía Patológica- y al Aula Cajal-Cátedra de Histología-.

Aula Magna o Gran anfiteatro

Se conserva tal y como fue concebida por el arquitecto Tiburcio Pérez Cuervo.  Este espacio acoge hasta 600 personas colocadas en sus 16 niveles desde donde pueden admirar las pinturas que Ramón Padró y Pedret realizó en 1884 según el diseño del programa iconográfico realizado por el profesor de patología José Letamendi, que además era escritor, poeta, músico y pintor.

La bóveda de este gran anfiteatro es una imponente estructura de madera con forma de quilla de barco invertida, de mediados del siglo XIX. La pintura principal de esta bóveda, así como el resto de las pinturas, no son frescos, sino pinturas al óleo. De 20 metros de diámetro, la pintura principal representa con sentido alegórico épocas diversas de la historia de la medicina, relativos al arte de curar, agrupando a los personajes en escenas, vestidos según la época y con una composición entre nubes.

Esta Gran Sala se diseña en dos formas de usar el espacio:

1. La de exhibición de disecciones para un reducido número de estudiantes (en las gradas inferiores y centrales únicamente). Este espacio tuvo gran importancia como teatro anatómico, y fue introducido con la entrada de los Borbones en España fruto de la acción modernizadora y europeizante de la dinastía borbónica que, desde el inicio de su consolidación en el trono español, habría impulsado este tipo de instituciones tendentes a mejorar la formación de los médicos y cirujanos.

2. La otra función que tuvo este espacio fue la de Aula Magna de docencia.

En este Aula han explicado ilustres catedráticos o han dado conferencias personalidades de la medicina universal, celebrándose numerosos actos científicos, históricos y académicos, destacando el homenaje a Cajal con motivo de su premio Nobel recibido en 1906 y la medalla de Helmholtz por la Real Academia de Ciencias de Berlín.

Patio Cajal o Patio de caballos/carruajes

En un lateral del patio Cajal, antiguo patio de caballos, se encuentra una escultura obra de Lorenzo Domínguez Villar de Ramón y Cajal, de formas rectilíneas; se nos presenta un Cajal adusto y serio en su semblante, bautizada por los propios estudiantes como “El lápiz” por su singular aspecto.

Aula Cajal

Nos encontramos en aula donde el Nobel y médico Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) impartiera desde 1892 hasta su jubilación, más de treinta años, clases de histología y de anatomía patológica.

Es este uno de los espacios más emblemáticos y con más carga histórica de todo el edificio, no sólo porque en impartiera clases el Nobel, sino porque en él se conservan importantes recuerdos y vestigios de su carrera docente en la Facultad de Medicina (hoy ubicada en la Ciudad Universitaria).

El aula está presidida por una gran foto del propio Cajal, ya anciano, que fue tomada 10 días antes de fallecer, en la que se le ve impartiendo clases en esta misma aula, y delante de ella, y ante la balconada, un busto en bronce del médico realizado por el escultor Victorio Macho. Dos vitrinas laterales, así como otras dos en el centro de la sala, guardan diversos recuerdos de Cajal, que reflejan la dimensión histórica de este médico y eminente investigador.

La importancia de los dibujos histológicos de Ramón y Cajal radica en que desde su niñez despierta un gran interés por las artes, en concreto la literatura y en especial por la pintura.

De esta condición de artista frustrado nacería uno de los encuentros más bellos entre arte y ciencia: sus dibujos histológicos, en los que se inspiraron artistas como Dalí, Miró o Tanguy. Estas obras, concebidas con una delicadeza extraordinaria, son reconocidas en todo el mundo como joyas de incalculable valor artístico y científico.

La Unesco ha incluido recientemente sus archivos y los de la Escuela Neurohistológica Española en el Patrimonio de la Humanidad, dentro de su programa Memoria del Mundo. Un honor compartido solo por un selecto grupo de gigantes de la ciencia de la talla de Newton, Copérnico, Tesla o Pasteur.

“(…) No soy, en realidad, un sabio, tengo más de obrero infatigable que de arquitecto calculador. La historia de mis méritos es muy sencilla: es la vulgarísima historia de una voluntad indomable.

María José Rebollo Rodríguez

María José Rebollo Rodríguez

Responsable Área Gestión del Conocimiento y Patrimonio Artístico del ICOMEM.